jueves, 20 de mayo de 2010

Nacidos para perder

Esas idas al supermercardo, aparte de carnes y verduras, proporcionan escenas que podría catalogar en surrealistas, pero viéndolo bien, son bastante comunes.
Hace algunos años, solía ir al Gigante ubicado en Shiller, la razón, no solo se debía a su ubicación cercana a mi domicilio, realmente esas idas hasta las disfrutaba por la razón de que había poca gente y los pocos eran gente mayor, caminando despacio sin molestar a nadie, no había amontonamientos por ningún lado, y podía escoger con detenimiento el queso que se me apeteciera, a falta de queso fresco de Oaxaca, había que disponer de tiempo y ganas para poder seleccionar algo comestible en ese rubro.

Detesto ir en días de quincena, lo mismo que los martes de "x" tienda y los miércoles de la otra tienda, pero tampoco soy tan ermitaña como para pedir por teléfono la lista de lo que necesito, amén de que nadie puede escoger mejor que yo lo que pienso comer. Necesito palpar las verduras, tocar y oler las frutas, de otro modo no disfruto la ida. Si he de cocinar algo, desde ahí empiezo a salivar y a imaginar los sabores.

Hace unas semanas, alguien osó tomar mi selección de aguacate. Y yo estaba parada justo al lado, escogiendo tomates. Un señor despistado o pasándose de tueste en abusado, ante el montón de aguacates le pareció que lo mejor estaba en la bolsa que yo tenía ahí al lado, así que lo subió a su carrito y empezó a caminar muy campante. Epaaaaaaaa, a pesar de la panza, fui tras él, y por supuesto regresé con lo que me correspondía.
El acompañante, en cuanto se enteró de la peripecia, reía y con su calma pachona decía que habiendo un montón de aguacates no hacía falta caminar tan aprisa e ir en tono de reclamo. No lo sé, tal vez porque respeto mi tiempo ya invertido.
Aunque ciertamente le doy la razón, hay veces que uno adquiere aprendizaje zen.
Porque justo en esa ocasión, sucedió algo raro. Si bien, cuando tomo un casillero de huevos, reviso uno por uno de que vayan sin daño alguno, no me gusta llegar a casa con la sorpresa de que me han vendido unos cuantos huevos rotos. Eso no es lo raro, es habitual, así lo hago desde hace años.
¡Pero hay un Dios!

El alien, al cual le vale soberano cacahuate, y el pan integral lo puede echar junto al bote de agua y si se hace obleas no importa., tampoco contempla el cuidado del casillero de huevos como si se tratase de material nuclear.
Tampoco el cerillero. Así que mi tarea obsesiva compulsiva es tratar que todo cuando haya yo elegido, llegue sin el menor rasguño al refrigerador, alacena y frutero. Sí, lo reconozco, hay gente maníatica. ¡Presente!

Apenas llegamos al estacionamiento, y todavía me duraba el efecto de haber rescatado mis aguacates, la sonrisa se me congeló cuando ví como cayeron los huevos dentro de la cajuela. Ni supermán tiene mis reflejos, apenas y pude capturarlos antes del fatal desenlace. Salvación.

Una vez en el búnker, luego de haber bajado varias bolsas, desde el estacionamiento escucho que cae algo, ahí en la cocina, una de las bolsas que ya había ingresado. En efecto, fue la bolsa que contenía el casillero de huevos. Al acompañante le pareció que tenía suficiente capacidad de adherencia a una montaña de productos más, pero hubo alguna falla, el caso es que resbalaron los huevos, directo al piso.

Cua cua cuá.

Aquí todo quien no me conozca pensará que yo haría la pataleta y berrinche excepcional, pero no, la verdad es que no era importante ya. Todo lo que pude hacer lo hice, y a pesar de prevenir todo cuanto uno quiera, las cosas ocurren por diversos factores que no dependen ya de uno. El resultado, una partida de huevos monumental.
El acompañante estaba ligeramente afligido pero no nos quedaba de otra que reírnos, porque si algo era seguro es que habíamos presenciado un caso que ejemplifica bien a los nacidos para perder. Malditos huevos.

En la siguiente ida al supermercado, queda totalmente justificada toda maniobra aunque parezca que llevamos una docena de explosivos.

jueves, 6 de mayo de 2010

Cajita de herramientas

Hay días en que pienso, si no importando la ropa que use, mi acompañante me ha de ver con una especie de disfraz de Mario Bross, o mínimo un cinturón multiherramientas.

Hace unas semanas, cuando el borlote de un trabajo de herrería que estuvieron haciendo en casa, insistí en que hicieran un marco para unas aberturas, y para dicho marco nos lanzamos a un home depot para buscar algo que pudiera compaginar con mi idea. Dichosamente encontramos el material, solo que medía 3 metros de largo, lo cual no cabe en el egomóvil ni de chiste, y no me imaginaba cargándolo por afuera mientras nos conducíamos en la ciudad. Punto importante que en esa tienda, en el área de servicio, no auxilian para tales inconvenientes. Así que el acompañante se acerca a preguntarme si traía una segueta en mi coche. ¡¡!! uh???. Vaya, traigo las herramientas indispensables para eventualidades posibles mientras conduzco, pero de ahí a cargar una cegueta, mh ¿como para qué?, ¿por si se me ofrece?.

Algo así ya me había pasado, cuando me solicitó si le podía prestar mi llave perica, como quien la porta como llavero a donde quiera que se pasee.
Hace unos momentos, mientras yo pasaba con toda mi parsimonia y contemplándome la barriga, al verme me pregunta si tengo un multímetro.
De ninguna manera pensé que su duda fuera tanteando el escenario para una especie de regalo por aquello de la mercadotecnia del 10 de mayo que técnicamente no amerito regalo, pero casi.
En efecto, si preguntó es poque lo requería ahoritita mismo y ante sus ojos soy como la bodega ambulante de herramientas, lo que sea que se le ofrezca, algun fierrito he de cargar.

Lamentablemente no cuento con todo lo que podría imaginarse.

Luego vengo, ahora me están comentando un código de colores para poner un estéreo.

Actualización: ¡Y no jaló!, con esto supongo que bajaron mis bonos.

martes, 4 de mayo de 2010

Asiento reservado


Ahí vengo con mis historias bizarras. Aunque nada tiene de extraño, luego verán, que a la mexicana uno está acostumbrado a que las cosas sucedan de forma distinta, combatiendo toda lógica y razón.

Ayer tenía que acudir a un banco, que está en una plaza comercial. Dado que el estacionamiento de dicha plaza es muy reducido, por un lado, y por el otro lado conozco una ruta de microbuses que pasan en la esquina del búnker y me dejan exactamente frente a ese centro comercial, la decisión no es difícil.

No tengo problema, o hasta ahora, no lo había sido, en viajar en transporte colectivo, es más, hasta disfruto los paseos. La unidad que tomé ayer no contaba con asientos para minusválidos o personas embarazadas. Tampoco había asientos disponibles. Tampoco es raro que las unidades de transporte colectivo funcionen así de incompletas. Así que me acomodé donde pude y cupe con mi recién adquirido aumento de volumen, sostenida de un tubo a 20 uñas, y no precisamente para hacer piruetas sensuales.
No, no hubo nadie que me cediera su asiento. Mhh lo cual no era algo que esperara, aunque es más fácil que surjan caballeros cuando he estado sin barriga y con ropa entallada. Es curioso, pero nada tiene de extraño, no olvidemos que muchas personas como te ven te tratan. El problema es que "no vemos" lo que no nos conviene.

Recordé lo sucedido la semana pasada, por primera vez durante el embarazo, forcé al acompañante a estacionarse en el sitio reservado para futuras mamás, que ciertamente están cercanos a la entrada a la tienda. Actualmente cuento con 6 meses de embarazo y es evidente que lo estoy. Aún así, mi acompañante se resistía, le parecía que tal vez haya gente que lo necesite más... pero yo no creo poder ir al supermercado con la misma frecuencia en los días próximos a parir, si es que eso es lo que amerito para pertenecer a la categoría de "necesitarlo más". Mi explicación fue dada con ejemplos vivos. La mayor parte de las personas que se estacionan en esos sitios, ni son mujeres ni mucho menos cuentan con un embarazo., simplemente los ocupan porque quienes realmente los debieran utilizar, prefieren estacionarse en otro sitio pensando que hay alguien que lo "necesite más". Teniendo como resultado, que solo contribuyamos a que los abusivos tomen ventaja.
Es más, ayer en el super, mientras caminábamos, una señora de unos 70 años casi me atropella, su empujón solo alcanzó a rozarme. No me imagino en una situación en la que yo empuje a una persona mayor, mediana o pequeña., es algo inadmisible a mi manera de ver, como tampoco es correcto que una persona de cualquier edad, empuje a una embarazada. Bienvenida al planeta de los simios.

Hace muchos años, fui a una revisión de un procedimiento quirúrgico que me habían realizado, ajustaron un distractor óseo que traía colocado en la mano. Lo cual es moderadamente doloroso. Así que de regreso a mi hogar, en el metro, no supe si fue a causa del dolor que me venía taladrando los huesos, o realmente me molestó ver a un tipo muy acomodado en el asiento para minusválidos mientras yo con mi brazo derecho inmovilizado, con el brazo izquierdo hacía piruetas tratando de sostenerme y sostener mi mochila. Pocas veces soy tan autoritaria, le pedí enérgicamente que se levantara de ese asiento porque yo lo requería. Ni rechistó, se levantó y yo me acomodé. No sentí remordimientos, lo que me sorprendió es que me haya hecho caso sin encima soltarme una sarta de groserías, o realmente sí lucía lo suficientemente jodida.

Ciertamente, no nos resulta ajeno ver que hay gente que ocupe lugares designados a la población minusválida o con necesidades especiales, como dicen los políticamente correctos . Si bien el embarazo no es una enfermedad, sí se disminuyen las capacidades que normalmente tenías. El equilibrio de tu propio cuerpo cambia radicalmente, y desplazarse en vehículos en movimiento, coloca en mayor desventaja. No ameritas muletas, y solo algunas veces se llega a usar silla de ruedas, las distancias simplemente, no pueden recorrerse con la misma facilidad que antes. Solo que eso no lo ven.

Entonces, la gente en general no está muy entrenada en cuanto a atención hacia las personas que nos rodean, no solo es insensibilización, sino que encima hay quien se aprovecha.

En el búnker, tuve que hacer un coco wash a mi acompañante, quien me considera una Lara Croft, una mujer de acero, de voluntad inquebrantable, tuve que recordarle que 9 kilos al frente me descalifican para travesías todo terreno incluyendo las selvas de asfalto. Creo que he abonado, y he cedido lugares cuando lo he considerado ante gente que lo ha necesitado más que yo. Así que ahora, no pienso hacer concesiones argumentando mi fortaleza, y porque también quienes hemos llegado a necesitar esos lugares especiales somos responsables de su buen uso. Toma y daca.

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