En estos días, el sol ha estado radiante y los pajaros cantan alegremente. En sí, el sol sigue saliendo igual que los demás días, y los pájaros los escuché un día que me desperté temprano, no haga caso, en realidad no es importante, solo quise ponerlo como introducción, se lee "chido".
Como comentaba con el trajeado, hoy mi vida es un musical. Me afectó considerablemente ver la película de Mamma mía, mmmh entretiene sí, pero llegó un punto en el que bostecé a todo lo que doy, así que si usted tiene algo mejor que hacer hágalo. Esta película, no es mala, simplemente trae música ABBA, dancing queen, y demás cancioncillas por el estilo, la definición correcta es: cursilería de inicio a fin.
Algunas veces me gusta pensar en mi vida, y las vidas de los demás como si se trataran de una película, donde todo pasa, con diálogos aprendidos, unos cuantos momentos de suspenso, drama y comedia ligera, aunque no necesariamente el continuista está poniendo atención a los detalles y termina siendo una película experimental o de cine de arte muy abstracto. En mi película siempre me ha ido bien, al menos han puesto uno que otro galán, también uno que otro patán, a veces coinciden ambos personajes por el mismo actor, pero eso sí, a todos los quiero con locura y pasión desenfrenada, independientemente de cómo se llamen. Los episodios de aventura se han visto más limitados conforme mi personaje ha ido envejeciendo, ya ni el pacto con Dorian Gray me salva de ésa. Hay humorismo involuntario, o en una manifestación del tipo "viva mi desgracia" donde así esté la casa en llamas y con las arcas saqueadas uno tiene que sonreír mientras le hacen close-up.
Pero hoy, estoy en el papel de la novicia rebelde, purificada, ¿llevaba bicla el personaje?, bueno, he salido con una alegría a la luz del día, cantando y con pasos bailarines, y ni siquiera tendría que andar tan eufórica. Yo creo que ya no paso el anti-doping. No se apure si ya está bien enredado leyendo hasta acá, yo creo que no me están poniendo el medicamento que decía en la cajita y he de traer un pasón psicotrópico que si usted se queda un rato más, hasta empezaré a sentirle aprecio.
Es que verá, le voy a contar mis pesares, en estos días me ha entrado la mala costumbre de tener una encantadora migraña siempre por las tardes. Mi migraña y yo somos amigas desde hace muchos años, pero a últimas fechas se está aferrando, y yo insisto en marcarle la distancia. Así que un día, me fui a pasear en transporte colectivo. No, no crea que era intentando llevar mi poca paciencia al límite, el efecto es exactamente el opuesto, porque cuando se está con tanta gente, uno puede estar más en solitario. Así, mientras todos van buscando de dónde agarrarse y el chofer va en una carrera frenética contra todos y la nada, buscando dar los mayores brincos y giros posibles, yo me instalo en mi jardín zen. Es curioso, me es muy fácil mantener la cordura cuando veo tanto loco. Así yo leo y disfruto eventualmente el paisaje, mientras otros se van despedazando. Me instalo cómodamente en algún lugar, casi siempre hay lugar, o me hago mi lugarcito, aunque tenga que valerme de todas mis artimañas, no crea que los ojazos y la sonrisa los traigo de a gratis. A mi regreso del viaje, bajé como chango acalambrado, ya estaba por proferir palabritas domingueras y pensamientos pecaminosos, con excusa de la migraña, pero tuve que olvidarme del asunto, Debía estar lo más cuerda y avispada posible dado que tenía que cruzar una avenida a cuatro pistas, donde además no hay puente peatonal, ni lianas, se cruza como sapito o se muere en el intento. Bueno, quítele melodrama, solo era cuestión de checar la secuencia en los semáforos y echar un ojito a que no se cruce algun bólido cuando no debía, como traen más lámina uno entiende rápidamente que el hábil debe ser uno, no los automovilistas.
Habrá que cambiar de escenario próximamente, por lo pronto ya estoy instalada en mi búnker, viendo sus vidas pasar por el google reader. Tengo una tarea encomendada por el guapísimo Herel. Tomaré una siesta y le seguimos más al rato.
Como comentaba con el trajeado, hoy mi vida es un musical. Me afectó considerablemente ver la película de Mamma mía, mmmh entretiene sí, pero llegó un punto en el que bostecé a todo lo que doy, así que si usted tiene algo mejor que hacer hágalo. Esta película, no es mala, simplemente trae música ABBA, dancing queen, y demás cancioncillas por el estilo, la definición correcta es: cursilería de inicio a fin.
Algunas veces me gusta pensar en mi vida, y las vidas de los demás como si se trataran de una película, donde todo pasa, con diálogos aprendidos, unos cuantos momentos de suspenso, drama y comedia ligera, aunque no necesariamente el continuista está poniendo atención a los detalles y termina siendo una película experimental o de cine de arte muy abstracto. En mi película siempre me ha ido bien, al menos han puesto uno que otro galán, también uno que otro patán, a veces coinciden ambos personajes por el mismo actor, pero eso sí, a todos los quiero con locura y pasión desenfrenada, independientemente de cómo se llamen. Los episodios de aventura se han visto más limitados conforme mi personaje ha ido envejeciendo, ya ni el pacto con Dorian Gray me salva de ésa. Hay humorismo involuntario, o en una manifestación del tipo "viva mi desgracia" donde así esté la casa en llamas y con las arcas saqueadas uno tiene que sonreír mientras le hacen close-up.
Pero hoy, estoy en el papel de la novicia rebelde, purificada, ¿llevaba bicla el personaje?, bueno, he salido con una alegría a la luz del día, cantando y con pasos bailarines, y ni siquiera tendría que andar tan eufórica. Yo creo que ya no paso el anti-doping. No se apure si ya está bien enredado leyendo hasta acá, yo creo que no me están poniendo el medicamento que decía en la cajita y he de traer un pasón psicotrópico que si usted se queda un rato más, hasta empezaré a sentirle aprecio.
Es que verá, le voy a contar mis pesares, en estos días me ha entrado la mala costumbre de tener una encantadora migraña siempre por las tardes. Mi migraña y yo somos amigas desde hace muchos años, pero a últimas fechas se está aferrando, y yo insisto en marcarle la distancia. Así que un día, me fui a pasear en transporte colectivo. No, no crea que era intentando llevar mi poca paciencia al límite, el efecto es exactamente el opuesto, porque cuando se está con tanta gente, uno puede estar más en solitario. Así, mientras todos van buscando de dónde agarrarse y el chofer va en una carrera frenética contra todos y la nada, buscando dar los mayores brincos y giros posibles, yo me instalo en mi jardín zen. Es curioso, me es muy fácil mantener la cordura cuando veo tanto loco. Así yo leo y disfruto eventualmente el paisaje, mientras otros se van despedazando. Me instalo cómodamente en algún lugar, casi siempre hay lugar, o me hago mi lugarcito, aunque tenga que valerme de todas mis artimañas, no crea que los ojazos y la sonrisa los traigo de a gratis. A mi regreso del viaje, bajé como chango acalambrado, ya estaba por proferir palabritas domingueras y pensamientos pecaminosos, con excusa de la migraña, pero tuve que olvidarme del asunto, Debía estar lo más cuerda y avispada posible dado que tenía que cruzar una avenida a cuatro pistas, donde además no hay puente peatonal, ni lianas, se cruza como sapito o se muere en el intento. Bueno, quítele melodrama, solo era cuestión de checar la secuencia en los semáforos y echar un ojito a que no se cruce algun bólido cuando no debía, como traen más lámina uno entiende rápidamente que el hábil debe ser uno, no los automovilistas.
Habrá que cambiar de escenario próximamente, por lo pronto ya estoy instalada en mi búnker, viendo sus vidas pasar por el google reader. Tengo una tarea encomendada por el guapísimo Herel. Tomaré una siesta y le seguimos más al rato.